miércoles, 25 de diciembre de 2013

Creo en que todo puede cambiar





Hoy me han preguntado una y otra vez que me han regalado en navidad, y mi respuesta una y otra vez ha sido que nada. Pero pensándolo detenidamente, miro a mí alrededor y veo que no es nada lo que tengo, si no, que es mucho lo que me han dado. Tengo una familia que vale millones y que no cambio por ningún otro regalo. Soy afortunada porque tengo una casa en la que vivir. Un techo bajo el que dormir. Aun puedo presumir de tener electricidad, gas y agua en mi casa. Y el lujo de tener algo de comida en la nevera.
Ya no digamos lo feliz que me sentí en nochebuena porque llevo un año esperando a comer langostinos. Y es curioso que la gente se sorprenda de esto porque en navidad los precios de los alimentos se disparan como si lo de comer fuera un lujo.
Y así a veces siento. Al menos en el momento que se que me puedo permitir y dar gracias por poder comerme un langostino en navidad.

Entonces te levantas en la mañana del 25 de diciembre y miras a tu alrededor, descubres que todo sigue igual que siempre. Que nada ha cambiado. Que no se coló un tío gordo en un traje rojo por tu chimenea imaginaria, ya que no tienes en tu pisito de Madrid, y que no hay paquetes envueltos en papel de regalo bajo el árbol de navidad que un año mas no te dejaron poner en casa, porque simplemente ya ni tenemos de eso.
Y sientes que te da igual, porque eres realmente afortunado de tener todo lo que tienes. De poder disfrutar un día mas de lo poco o mucho que te ha dado la vida. De mirar a tus seres queridos y sentir que la familia es el único regalo que siempre quieres tener contigo.

Entonces te empiezas a cabrear. A cabrearte con la navidad. A cabrearte con este país de mierda. A cabrearte con los políticos corruptos e hijos de puta que estarán sentados en sus salones al calor de sus chimeneas o de sus radiadores, porque ellos si se lo pueden permitir el encender la calefacción. Y les visualizas cebándose a pavo, langosta, caviar y mil manjares mas que han pagado con mi dinero, con el de mi abuela, con el de mi hermano, con el mi hermana, con el de cualquier amigo o vecino. Con esas personas que no tienen ni para una barra de pan y aun así tienen que pagar impuestos o rescates a bancos que no valen para nada más que para robarnos una y otra vez.
Y me cabreo. Me cabreo y me hierve la sangre. Y se que al político de turno eso le dará igual, porque vive feliz en su mansión o castillo. Porque a su casa no le llegan los problemas. Porque su familia hoy puede comer y beber hasta hartarse. Porque sus hijos estarán abriendo mil y un regalos que no se merecen, y porque viven con la conciencia bien tranquila ya que son así de mala gente.

Y tras cabrearme, respiro hondo y pienso que podemos hacer algo para cambiar todo esto. La gente no sabe el que. Andan perdidos de un lugar a otro. Nadie decide en unir fuerzas e ideas, unos dicen una cosa, otros dicen otra, pero nadie se pone de acuerdo en este país. Cada vez estamos mas divididos, más separados. Cada vez estamos perdiendo más la ilusión y la esperanza de que esto pueda cambiar. Yo lo veo. Lo observo en mi barrio, en mi ciudad, en mi país. Lo observo cada día. Ya nadie es patriótico, ya nadie cree que nos podamos salvar y que todo cambiara. La esperanza se va esfumando así como un día se esfumara la navidad, el año nuevo y las uvas que algunos no nos podremos ni comprar.

Quiero luchar. Quiero coger y salir a la calle, pero no un día ni dos, si no todos. Quiero que hagamos ruido, quiero hacerles temblar de verdad así como tiemblan de frío las millones de familias en este país que no tienen para pagar la factura del gas. Quiero que sientan miedo, igual que lo sienten las millones de personas en este país que duermen en la calle y no tienen un techo bajo el que sentirse a salvo de cualquier peligro. Quiero que sufran el mismo dolor que sufren las millones de personas que en este país sufren por no poder pagarse o adquirir los medicamentos para enfermedades que nadie puede curar. Y quiero que sientan tristeza al perder todo y cada una de las cosas que tienen, al igual que lo han perdido millones de trabajadores en este país al quedarse sin sueños, futuros ni trabajo.

Quiero gritar y ser escuchada. Quiero que alcemos todos la voz y que seamos oídos por esa panda de hijos de putas que dicen llamarse políticos.

Y hacer del 2014 un año de esperanza, un año de soluciones, un año de victorias. Un año en el que todos y cada uno de los habitantes de este país sean héroes. Necesitamos héroes. Y esos, somos todos y cada uno de nosotros. Solo hace falta creer en ello. Así que le pido a dios, al cielo y todas las estrellas que viven en este país que crean en ello y luchen.